Después del parón navideño Last Resort regresa a nuestras vidas para poner punto y final a su accidentado recorrido. He de reconocer que las goteras de las serie se hacen más evidentes cuando una no ha viajado a Santa Marina en semanas. Y es que en cierto modo Last Resort me recuerda a veces a Heroes. Cuyo mayor error, a mi parecer – huelga de guionistas aparte- fue comenzar su segunda temporada como si no hubiera existido una primera, y sus personajes no hubieran interactuado nunca entre sí para salvar el mundo. En Last Resort sucede algo parecido, pero de capítulo en capítulo. Las decisiones de los personajes y las estrategias polítcas cambian tanto de uno a otro, que se pierde la sensación de encontrarnos ante una elaborada trama argumental, partiendo de cero cada jueves. Aun así, no perdemos la esperanza de presenciar un digno final, así que de momento vamos a recordar que hacían nuestros marineros en diciembre.
La situación de partida de este Damn the torpedoes en la isla es sencilla: Sam cree que su mujer esta muerta, y actúa en consecuencia, mientras Chaplin hace lo propio para asegurar que los alimentos prometidos en su alianza con China, lleguen a puerto. Sin embargo en tierra firme, el panorama es algo más caótico. El sector de la administración americana contrario al presidente, que aquí hemos bautizado como en AntiGobierno en homenaje a Lost y a su AntiJacob, planea un golpe de estado. Para dotarlo de legitimidad, se ponen en contacto con Ernie Hudson -que ya anunciamos aquí que se incoporaría al casting de la serie- Presidente de la Cámara de Representantes, y tercer hombre en la línea de sucesión a la presidencia. No sabemos si los guionistas no cuentan con que recordemos lo sucedido con anterioridad, pero resulta imposible empatizar con esta disidencia y ser cómplices de sus acciones, sabiendo que fueron ellos quienes no solo atacaron la isla, sino que ordenaron a Cortez robar la llave de disparo, y ahora matar a Chaplin.
¿Con qué legitimidad pueden eregirse como alternativa a la actual administración, cuando sus acciones son igual de reprobables? Solo existiría la posibilidad de sumar como aliados a los espectadores, si McClure hubiera mentido cuando dijo que no recibía órdenes del Gobierno sino de ellos. Y el resultado seria igual de malo. En la primera opción porque toda tensión que se quiera generar entorno a que el golpe de estado sea un éxito o un fracaso, desaparece al no empatizar con un AntiGobierno al que han presentado también como corrupto. Y en la segunda, porque si realmente son los buenos, aquí nadie nos hemos enterado, al no concretar de quién recibe realmente las órdenes Cortez, y por consiguiente la CIA.
Además, como ya hemos comentado hasta la saciedad en reviews anteriores, volvemos a encontrarnos ante una elipsis sobre la organización de esta reunión clandestina del AntiGobierno, a la que con tanta facilidad acuden una Kylie y un Hooper que estan siendo vigilados. Como lo fue que Sam y King atravesaran el bloqueo tranquilamente o que Kylie supiera de la existencia de las tarjetas de memoria por ciencia infusa. Bienvenidos a los Deus ex machina de Last Resort. Al menos en esta ocasión han tenido la decencia de explicar la inesperada presencia del padre de Grace en la sala, al que por otra parte, gracias también a otra de estas maravillosas elipsis, no sabemos que le sucedió, solo que acabó en la cárcel. Para que dar más datos.
Pero Damn the Torpedoes no solo nos sorprende con esta repentina reunión y golpe de estado, sino que sin despeinarse suelta una bomba mayor: los sentimientos románticos de Serrat hacia Sophie ¿Que, que? Una confesión que nos ha dejado ojipláticos y que plantea una nueva incógnita: si es verdad y los guionistas han obviado contarnos los detalles, o si se trata de una estrategia del isleño para despistar a Sophie, mientras traiciona su pacto de cuidar la isla con China. O ambas cosas, amor y traición. Lo más fuerte de todo es que ella, despechada por Kendal, accede a ser la consorte de su reinado mafioso. Una contradicción para un personaje más que estricto en cuanto a moralidad se refiere, al que se le saltan las lágrimas, muy teatralmente, cuando bombarden Pakistan o cuando King casi muere ahogado.
De un romance inesperado a otro bastante más creible, que ya tardaba en cuajar. No todo ha sido reprendible en este capitulo, tambien ha habido espacio para la emotividad entre Cortez y el Capitán. Estaba claro que la teniente no iba a traicionar a Chaplin, su cercanía y sobre todo el gesto de devolver la llave en el momento crítico del enfrentamiento con Pakistan, así lo indicaban. Con lo que se demuestra que si el terreno se prepara previamente, la escena funciona. No tanto ya que el Capitán fuera consciente, pistola en mano, de lo que iba a suceder. Nunca hemos visto un atisbo de duda hacia la lealtad de Cortez por su parte, de hecho todas las sospechas recaían sobre Grace. Repetimos error.
Al igual que exigimos que el entramado político ha de hilarse bajo nuestra atenta mirada para resultar creible y no parecer un apaño de última hora, en los personajes es vital la coherencia. Estoy hablando del Capitán y de Kendal. Si somos justos, lo somos, y si somos fieles lo seguimos siendo también, ocurra lo que ocurra, no a falta de dos capítulos para el final reforzamos las teorías enemigas sobre el estado mental del Capitán. Una puede pensar que existe cierto desgaste para los dos, sobretodo tras la muerte de la mujer de este último. Pero eso te pone triste, deja abatido, o al borde del suicidio si me apuras, pero no te convierte en un traidor si no lo eres. Por eso no me cuadra que el Capitán coja del cuello a Grace por algo que el ha venido haciendo durante toda la serie, farolear con el enemigo para apurar el derramamiento de sangre, ni que el XO al ver el motín que se esta cociendo en contra de su Capitan, no le diga nada. Lo que se esperaría de sus personalidades es que Chaplin, tras su momento de flqueza, hubiera felicitado a Grace por ser su conciencia, y que Kendal, después de manifestarle sus dudas a Chaplin, le hubiera advertido de que su vida corría peligro.
Pero vamos a tratar de pensar bien y achacar todo este cúmulo de críticas a la reduccción del tiempo narrativo de la serie a trece capítulos tras su abrupta cancelación, y abrir la mente para esperar lo mejor de los dos cartuchos finales.